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La trascendencia de Hugo Chávez para Latinoamérica y la Democracia

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Mensaje por Congreso Kuervo 10/10/12, 09:55 am

Por lo general es costumbre, por parte de los Grandes Medios de Difusión Masiva, emitir análisis parciales sobre protagonistas que personifican inclinaciones contrarias a los intereses que esos mismos medios suelen defender, por la sencilla razón de pertenecer al engranaje de un sistema económico que tiene como norte primordial el interés particular.


Pues bien…

Para nada debía extrañarnos el comportamiento de los Grandes Medios de “Comunicación”, tanto nacionales como internacionales, hacia las pasadas elecciones presidenciales desarrolladas en Venezuela, donde claramente se podía observar y palpar la inclinación preferencial hacia un candidato: Henrique Capriles; y rechazo a su contraparte: Hugo Chávez.


Para los Grandes Medios el candidato Henrique Capriles era prácticamente el “salvador” que venía a salvar a los venezolanos; y Hugo Chávez era el presidente de las nacionalizaciones, el que atentaba contra la libre expresión, el enfermo de cáncer que no podía durar mucho tiempo con vida, o el que quería como un capricho proseguir en la presidencia hasta completar los 20 años.

Los Grandes Medios sabían la relevancia de las elecciones presidenciales a realizarse en Venezuela, por lo que no fue de sorprender su interés por cubrir un episodio trascendental para la región latinoamericana.


En el fondo (los Grandes Medios) estaban para hacer parte de un espectáculo triunfalista si la parte de su preferencia lograba imponerse sobre el candidato que no le era de su agrado. Pero sabido los resultados (Chávez con 54,42% de preferencia y Capriles con 44,97%), avalados por un ejercito de observadores internacionales, y con el reconocimiento de su “pupilo”, no tuvieron más remedio que retirarse con la cola entre las piernas y reconocer la victoria obtenida por el candidato que no era de su preferencia: Hugo Chávez.

Puede que hasta incluso Hugo Chávez halla recibido el reconocimiento de los mayordomos del Gran Capital, como gesto especial hecho para “la foto”, pero en el fondo sabemos que Hugo Chávez sigue siendo un enemigo al cual doblegar por parte del Gran Capital.


Terminada las elecciones, ¿lo Grandes Medios tuvieron el interés de ahondar con respecto al significado de las elecciones en Venezuela y el triunfo de Hugo Chávez? Obviamente aquello no se hizo, ya que lo que menos se deseaba era darles ejemplos a los pueblos presos de una “Democracia” que les niega participación y voz cuando más lo necesitan.

¿Por qué no se habrá hecho hincapié en el hecho de que hubo una participación de 80,94% del total del electorado frente al hecho de que no existe en Venezuela el voto obligatorio, como sí ocurre en gran parte de América Latina? ¿Por qué no se habrá hecho comparaciones con respecto a la participación del electorado en otros países cuando por lo general tener una participación del 60% suele ser ya meritorio? ¿Cuánto será el promedio de participación electoral en los EEUU, la “Democracia más desarrollada del mundo”?


Quizá muchos no puedan ver la trascendencia de Hugo Chávez para los pueblos de Latinoamérica ni mucho menos para la Democracia, producto del bombardeo sistemático e ideológico que de los Medios Capitalistas se ve desprendido. Pero Hugo Chávez tiene una relevancia que muchos ignoraban iba a tener.

El presidente de Venezuela Hugo Chávez, quieran o no algunos, fue quien instaló el concepto de socialismo en un momento cuando dicho concepto estaba relegado y relacionado con el “fracaso”, producto de la caída de la Unión Soviética (hoy Rusia) en 1991. Pero no solo dio nuevo realce a dicho concepto sino que también dio realce a otros conceptos que la ideología dominante (capitalista) había instalado en el imaginario colectivo como conceptos “trasnochados” y que hasta hoy se esfuerzan en denigrar.


Para nada hoy es una novedad encontrarnos con presidentes latinoamericanos (Ecuador, Bolivia, Nicaragua) utilizar dentro de su lenguaje conceptos como socialismo, imperialismo, anti-imperialismo, burguesía, poder popular, revolución, fuerzas reaccionarias, etc. La utilización de dichos conceptos ha permitido a muchos acercarse sin miedo a ideologías que se tenían por “trasnochadas”. Y si, a su vez, vemos dicha utilización a largo plazo, nos habremos de encontrar poco a poco con pueblos concientes de su propia clase con respecto a las clases dominantes, lo que, además, permitiría desarrollar corrientes de pensamiento adecuados para el enfrentamiento irremediable contras las fuerzas opuestas al desarrollo de los pueblos.

Otro de los puntos que hace que sea trascendente la figura del presidente Hugo Chávez es que haya puesto en acción el ejercicio de la Democracia a distancias nunca vistas en Latinoamérica y, nos atreveríamos a decir, el mundo.


La participación popular en Venezuela no solo se circunscribe a las elecciones presidenciales, parlamentarias o regionales que se dan cada ciertos años, sino que va acompañada de otros mecanismos de participación popular como lo son los referéndum.

La Democracia ejercida en Venezuela es el punto cual más le entra a doler la cabeza a las élites dominantes capitalistas, acostumbrados a monopolizar y vender un concepto de Democracia que hace aprisionar a los individuos y que suele escabullirse cuando los pueblos más necesitan expresarse, impulsando el consiguiente desinterés por la política.

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Mensaje por DN.Zep 10/10/12, 02:48 pm

Yo defiendo a Chávez porque el pueblo Venezolano lo eligió como corresponde. Pero, ¿yo leí mal o la nota lo pinta a Chávez como un presidente socialista anti capitalista?.
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Mensaje por Ituza 10/10/12, 04:26 pm

Y algunos le siguen diciendo dictador...

En pocos medios sale que antes de Chávez, los universitarios venezolanos eran medio millón y hoy son dos millones...

Más de 8.000.000 de personas que no estaban obligadas a votar, fueron, se bancaron horas de colas al sol (abrasador, caribeño), en algún lado también bajo la lluvia, y eligieron que siga al frente de la Nación. No es moco 'e pavo.

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Mensaje por CRIMSON CASLA 10/10/12, 05:16 pm

Ituza escribió:Y algunos le siguen diciendo dictador...

En pocos medios sale que antes de Chávez, los universitarios venezolanos eran medio millón y hoy son dos millones...

Más de 8.000.000 de personas que no estaban obligadas a votar, fueron, se bancaron horas de colas al sol (abrasador, caribeño), en algún lado también bajo la lluvia, y eligieron que siga al frente de la Nación. No es moco 'e pavo.

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Mensaje por DN.Zep 10/10/12, 05:48 pm

CRIMSON CASLA escribió:
Ituza escribió:Y algunos le siguen diciendo dictador...

En pocos medios sale que antes de Chávez, los universitarios venezolanos eran medio millón y hoy son dos millones...

Más de 8.000.000 de personas que no estaban obligadas a votar, fueron, se bancaron horas de colas al sol (abrasador, caribeño), en algún lado también bajo la lluvia, y eligieron que siga al frente de la Nación. No es moco 'e pavo.

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Para Lanata ahora los gobiernos de Chávez y de CFK "son gobiernos democráticos con bastante autoritarismo"...[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]

Cuando era más pibe a Lanata no me lo bancaba, pero lo tenía como respetado. Desde que se pasó a Clarín, ni me molesto en saber que es lo que dice. Si se quiere criticar al gobierno, no lo hagas desde Clarín. Ahí somos todos guapos.
Si el autoritarismo es hacer uso y abuso del poder, creo que estamos lejos de eso. Si bien el kirchnerismo tiene la mayoría en el poder legislativo y se saben aprovechar de la mafia de la justicia, creo que abuso del poder no están haciendo.
Si en Venezuela es así o no, no lo sé. Nunca me tomé la molestia de saber como gobierna Chávez. Eso si, mi crítica es que escribe la nota la pinta de socialismo anti capitalista. Y creo que para ser anti capitalista, no solo basta con tirarle mierda a los Estados Unidos.
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Mensaje por CafuJP 11/10/12, 04:49 pm

Es un proceso asimilable o emparejable con el primer peronismo. Es decir antes del primer peronismo había sectores sociales totalmente excluidos de la sociedad y lo mismo pasa en Venezuela con el chavismo.
Aparte que tienen muchas cosas en común, ni hablar de que Chávez se reconoce a sí mismo como peronista (más allá de bolivariano y socialista) y que para él "socialismo" es la justicia social y el acceso igualitario de todos los sectores sociales a la educación, al trabajo, a la vivienda.
La creación de escuelas, la función social de la propiedad privada.
Cambiando de tema, soy Facu ex callejerodeboedo89, ex elboludodelaguitarrita, ex cuandopaguestusimpuestosnene y demás.
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Mensaje por Ituza 11/10/12, 06:09 pm

CafuJP escribió:Es un proceso asimilable o emparejable con el primer peronismo. Es decir antes del primer peronismo había sectores sociales totalmente excluidos de la sociedad y lo mismo pasa en Venezuela con el chavismo.
Aparte que tienen muchas cosas en común, ni hablar de que Chávez se reconoce a sí mismo como peronista (más allá de bolivariano y socialista) y que para él "socialismo" es la justicia social y el acceso igualitario de todos los sectores sociales a la educación, al trabajo, a la vivienda.
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Ah... te vi comentando en otro tema, pero no te reconocí. No vi la guitarrita... Jejejé!

Güelcóm jóm!
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Mensaje por CRIMSON CASLA 11/10/12, 06:56 pm

CafuJP escribió:Es un proceso asimilable o emparejable con el primer peronismo. Es decir antes del primer peronismo había sectores sociales totalmente excluidos de la sociedad y lo mismo pasa en Venezuela con el chavismo.
Aparte que tienen muchas cosas en común, ni hablar de que Chávez se reconoce a sí mismo como peronista (más allá de bolivariano y socialista) y que para él "socialismo" es la justicia social y el acceso igualitario de todos los sectores sociales a la educación, al trabajo, a la vivienda.
La creación de escuelas, la función social de la propiedad privada.
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Mensaje por FRANK ZAPPA 15/10/12, 09:04 am

Extracto de la columna de Aliverti de hoy:

Desde Caracas, hace tres meses, cuando viajamos a cubrir antes una realidad global que el proceso electoral propiamente dicho, dijimos en esta columna: “Uno tiene la seguridad de que el 7 de octubre se juega bastante más que el resultado de unas elecciones venezolanas. En medio del proceso que vive Sudamérica, con tantos tintes esperanzadores y con tantas amenazas externas en consecuencia, que Venezuela afirme su rumbo tiene incidencia continental. Como este periodista escuchó por aquí, si falla Venezuela será que fallamos todos”. El periodista repasó aquella nota del 9 de julio pasado, que hoy suscribe línea a línea. Ese “todos” del cierre no necesitaba el subrayado de que remitía a quienes apoyamos, con algunas reservas pero mucho mayores entusiasmos, el impensado clima de cambios que vive el subcontinente a sólo unos pocos años del huracán de derechas. Se encargaron de ratificar la magnitud del concepto, de ese “todos”, los que transcurridos estos meses –y en particular durante las jornadas inmediatamente previas al domingo pasado, y también en las siguientes– trabajaron por la derrota y caracterización de un Chávez dictador como batalla decisiva para empezar a dar vuelta la página.

No pudieron. La prensa opositora de nuestro país y los dirigentes políticos que comanda no fueron los únicos que se encargaron de depositar sobre el líder venezolano cuanto escarnio quiera imaginarse. En casi toda Latinoamérica pudo advertirse que esos sectores tomaron la elección venezolana como una cuestión de vida o muerte ideológica, o muy poco menos. Pero entre nosotros esa tensión alcanzó límites casi desopilantes. La diferencia, por innumerable vez, es que quienes abrevamos en el respaldo a estos procesos incompletos pero socialmente inclusivos no usamos disfraz de independencia, ni de ascetismo, ni de liberalidad denunciativa sin mirar a quién. En cambio, los que viajaron a Venezuela desesperados por ver triunfante a Capriles; los que ignoraron una de las manifestaciones de masas más imponente que se recuerde, a favor de Chávez y sin el más mínimo espacio para chucear con la extorsión del choripán, la Coca y los planes sociales; los que estaban listos para denunciar fraude, a pesar de que la propia Casa Blanca, entre su silencio y sus referentes, había anticipado que no existían oportunidades de trampa alguna; los que mintieron a sabiendas con sus citas de encuestas amainadas; los que se gastaron hablando de “empate técnico” para borrarse olímpicamente apenas corroborado el contundente triunfo de Chávez; los que se guardaron en el lobby del hotel para entrevistar a quienes dieran cuenta de la asfixia chavista, sin animarse a pisar ni de lejos los cerros y los barrios populares; los que de vuelta sufrieron un largo 55 por ciento en contra para recién entonces preguntarse en qué se equivocaron o qué no quisieron ver... todos ellos terminan siendo víctimas de sí mismos, de su falta de honestidad ideológica, de su careta de imparciales. Si hay algo que en la actualidad tiene a su favor la izquierda, el pensamiento progresista, o como quiera llamársele, es la falta de categoría de la derecha. Son tan burdos, tan pagados de sí mismos no se entiende a base de qué, tan explícitamente elementales, que debe celebrárselo. Si fueran más inteligentes tendrían algún grado de autocrítica bien vestido. Reconocerían que hay vida más allá de mentar clientelismo, negrura ignorante, aparatos propagandísticos como si ellos no tuvieran a disposición los más potentes. No quieren, y no quieren porque no saben ni quieren saber. Asumir que están equivocándose sería sinónimo de enfrentar un conflicto capaz de dejarlos desnudos. Cargarían con la penuria de reconocer que no es la afectación económica a sus privilegios lo que está en juego sino dos aspectos, profundamente complementarios, cuales son sentir que les joden sus símbolos y la repulsión por tener abajo a gente que subió un poquito. Lo primero sencillamente es correcto, pero lo segundo expone con crudeza su ontología de clase. Es decir, el odio por el odio mismo.

Cristina, en su discurso más reciente, recordó una tesis que –apreciada de manera escrupulosa– en realidad la interpela con dureza, a ella misma, acerca de la profundidad de su modelo. Simplemente insistió con que los ricos vienen ganando más plata que nunca, con esta experiencia estatalista que los acaudalados y sus aspirantes tanto denuestan. Por lo tanto, prosiguió en otros términos, la bronca frenética que expresan algunas porciones de la sociedad no se relaciona con sus bolsillos. Se corresponde con el ingrediente cultural de sentirse furiosos porque no hay, no perciben, la certeza de que la negrada no siga teniendo ampliación de derechos. O mero asistencialismo progresivo. Tan inolvidable como el “vengo acá por la inseguridad y otra cosa más que no me acuerdo”, vertido por una caceroluda en la última marcha, vale el “no puede ser que le hayan dado un terreno a mi mucama” (escuchado y registrado en la misma procesión). No estamos diciendo que haya una lógica estrictamente binaria, por la cual sólo desfilan con sus cacerolas gentes con personal doméstico al que adjudican favoritismo de injusticia distributiva. Pero sí que el imaginario del odio y el resentimiento, a grandes rasgos, pasa por ahí aun entre muchos de quienes no son más que un clavo enmohecido.

La gente que representa a esa gente, desde los medios periodísticos y sus coros dirigenciales, fue la que quedó afuera del “todos” tras el resultado de la elección venezolana. Se creyeron o autoimpusieron que el todos consiste en su nosotros. No es que eso sea completamente impropio, porque uno también refiere al “todos” en la primera del plural. Pero: con la salvedad de que no se ignora que enfrente hay algo que merece estar ahí, enfrente. Y a la inversa: los que ahora andan llorando porque Venezuela les dio al revés, con una distancia de más de un millón y medio de votos incuestionados, tras 14 años dirigidos por ese autócrata satánico de Chávez, supusieron o quisieron convencerse de que enfrente no hay otra cosa que algo despreciable.

Así les fue y les sigue yendo. Allá y acá.

Que es lo mismo.
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Mensaje por Hugo de Floresta 15/10/12, 12:41 pm

FRANK ZAPPA escribió:Extracto de la columna de Aliverti de hoy:

Desde Caracas, hace tres meses, cuando viajamos a cubrir antes una realidad global que el proceso electoral propiamente dicho, dijimos en esta columna: “Uno tiene la seguridad de que el 7 de octubre se juega bastante más que el resultado de unas elecciones venezolanas. En medio del proceso que vive Sudamérica, con tantos tintes esperanzadores y con tantas amenazas externas en consecuencia, que Venezuela afirme su rumbo tiene incidencia continental. Como este periodista escuchó por aquí, si falla Venezuela será que fallamos todos”. El periodista repasó aquella nota del 9 de julio pasado, que hoy suscribe línea a línea. Ese “todos” del cierre no necesitaba el subrayado de que remitía a quienes apoyamos, con algunas reservas pero mucho mayores entusiasmos, el impensado clima de cambios que vive el subcontinente a sólo unos pocos años del huracán de derechas. Se encargaron de ratificar la magnitud del concepto, de ese “todos”, los que transcurridos estos meses –y en particular durante las jornadas inmediatamente previas al domingo pasado, y también en las siguientes– trabajaron por la derrota y caracterización de un Chávez dictador como batalla decisiva para empezar a dar vuelta la página.

No pudieron. La prensa opositora de nuestro país y los dirigentes políticos que comanda no fueron los únicos que se encargaron de depositar sobre el líder venezolano cuanto escarnio quiera imaginarse. En casi toda Latinoamérica pudo advertirse que esos sectores tomaron la elección venezolana como una cuestión de vida o muerte ideológica, o muy poco menos. Pero entre nosotros esa tensión alcanzó límites casi desopilantes. La diferencia, por innumerable vez, es que quienes abrevamos en el respaldo a estos procesos incompletos pero socialmente inclusivos no usamos disfraz de independencia, ni de ascetismo, ni de liberalidad denunciativa sin mirar a quién. En cambio, los que viajaron a Venezuela desesperados por ver triunfante a Capriles; los que ignoraron una de las manifestaciones de masas más imponente que se recuerde, a favor de Chávez y sin el más mínimo espacio para chucear con la extorsión del choripán, la Coca y los planes sociales; los que estaban listos para denunciar fraude, a pesar de que la propia Casa Blanca, entre su silencio y sus referentes, había anticipado que no existían oportunidades de trampa alguna; los que mintieron a sabiendas con sus citas de encuestas amainadas; los que se gastaron hablando de “empate técnico” para borrarse olímpicamente apenas corroborado el contundente triunfo de Chávez; los que se guardaron en el lobby del hotel para entrevistar a quienes dieran cuenta de la asfixia chavista, sin animarse a pisar ni de lejos los cerros y los barrios populares; los que de vuelta sufrieron un largo 55 por ciento en contra para recién entonces preguntarse en qué se equivocaron o qué no quisieron ver... todos ellos terminan siendo víctimas de sí mismos, de su falta de honestidad ideológica, de su careta de imparciales. Si hay algo que en la actualidad tiene a su favor la izquierda, el pensamiento progresista, o como quiera llamársele, es la falta de categoría de la derecha. Son tan burdos, tan pagados de sí mismos no se entiende a base de qué, tan explícitamente elementales, que debe celebrárselo. Si fueran más inteligentes tendrían algún grado de autocrítica bien vestido. Reconocerían que hay vida más allá de mentar clientelismo, negrura ignorante, aparatos propagandísticos como si ellos no tuvieran a disposición los más potentes. No quieren, y no quieren porque no saben ni quieren saber. Asumir que están equivocándose sería sinónimo de enfrentar un conflicto capaz de dejarlos desnudos. Cargarían con la penuria de reconocer que no es la afectación económica a sus privilegios lo que está en juego sino dos aspectos, profundamente complementarios, cuales son sentir que les joden sus símbolos y la repulsión por tener abajo a gente que subió un poquito. Lo primero sencillamente es correcto, pero lo segundo expone con crudeza su ontología de clase. Es decir, el odio por el odio mismo.

Cristina, en su discurso más reciente, recordó una tesis que –apreciada de manera escrupulosa– en realidad la interpela con dureza, a ella misma, acerca de la profundidad de su modelo. Simplemente insistió con que los ricos vienen ganando más plata que nunca, con esta experiencia estatalista que los acaudalados y sus aspirantes tanto denuestan. Por lo tanto, prosiguió en otros términos, la bronca frenética que expresan algunas porciones de la sociedad no se relaciona con sus bolsillos. Se corresponde con el ingrediente cultural de sentirse furiosos porque no hay, no perciben, la certeza de que la negrada no siga teniendo ampliación de derechos. O mero asistencialismo progresivo. Tan inolvidable como el “vengo acá por la inseguridad y otra cosa más que no me acuerdo”, vertido por una caceroluda en la última marcha, vale el “no puede ser que le hayan dado un terreno a mi mucama” (escuchado y registrado en la misma procesión). No estamos diciendo que haya una lógica estrictamente binaria, por la cual sólo desfilan con sus cacerolas gentes con personal doméstico al que adjudican favoritismo de injusticia distributiva. Pero sí que el imaginario del odio y el resentimiento, a grandes rasgos, pasa por ahí aun entre muchos de quienes no son más que un clavo enmohecido.

La gente que representa a esa gente, desde los medios periodísticos y sus coros dirigenciales, fue la que quedó afuera del “todos” tras el resultado de la elección venezolana. Se creyeron o autoimpusieron que el todos consiste en su nosotros. No es que eso sea completamente impropio, porque uno también refiere al “todos” en la primera del plural. Pero: con la salvedad de que no se ignora que enfrente hay algo que merece estar ahí, enfrente. Y a la inversa: los que ahora andan llorando porque Venezuela les dio al revés, con una distancia de más de un millón y medio de votos incuestionados, tras 14 años dirigidos por ese autócrata satánico de Chávez, supusieron o quisieron convencerse de que enfrente no hay otra cosa que algo despreciable.

Así les fue y les sigue yendo. Allá y acá.

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Mensaje por Juan Vaughan 15/10/12, 07:54 pm

FRANK ZAPPA escribió:Extracto de la columna de Aliverti de hoy:

Desde Caracas, hace tres meses, cuando viajamos a cubrir antes una realidad global que el proceso electoral propiamente dicho, dijimos en esta columna: “Uno tiene la seguridad de que el 7 de octubre se juega bastante más que el resultado de unas elecciones venezolanas. En medio del proceso que vive Sudamérica, con tantos tintes esperanzadores y con tantas amenazas externas en consecuencia, que Venezuela afirme su rumbo tiene incidencia continental. Como este periodista escuchó por aquí, si falla Venezuela será que fallamos todos”. El periodista repasó aquella nota del 9 de julio pasado, que hoy suscribe línea a línea. Ese “todos” del cierre no necesitaba el subrayado de que remitía a quienes apoyamos, con algunas reservas pero mucho mayores entusiasmos, el impensado clima de cambios que vive el subcontinente a sólo unos pocos años del huracán de derechas. Se encargaron de ratificar la magnitud del concepto, de ese “todos”, los que transcurridos estos meses –y en particular durante las jornadas inmediatamente previas al domingo pasado, y también en las siguientes– trabajaron por la derrota y caracterización de un Chávez dictador como batalla decisiva para empezar a dar vuelta la página.

No pudieron. La prensa opositora de nuestro país y los dirigentes políticos que comanda no fueron los únicos que se encargaron de depositar sobre el líder venezolano cuanto escarnio quiera imaginarse. En casi toda Latinoamérica pudo advertirse que esos sectores tomaron la elección venezolana como una cuestión de vida o muerte ideológica, o muy poco menos. Pero entre nosotros esa tensión alcanzó límites casi desopilantes. La diferencia, por innumerable vez, es que quienes abrevamos en el respaldo a estos procesos incompletos pero socialmente inclusivos no usamos disfraz de independencia, ni de ascetismo, ni de liberalidad denunciativa sin mirar a quién. En cambio, los que viajaron a Venezuela desesperados por ver triunfante a Capriles; los que ignoraron una de las manifestaciones de masas más imponente que se recuerde, a favor de Chávez y sin el más mínimo espacio para chucear con la extorsión del choripán, la Coca y los planes sociales; los que estaban listos para denunciar fraude, a pesar de que la propia Casa Blanca, entre su silencio y sus referentes, había anticipado que no existían oportunidades de trampa alguna; los que mintieron a sabiendas con sus citas de encuestas amainadas; los que se gastaron hablando de “empate técnico” para borrarse olímpicamente apenas corroborado el contundente triunfo de Chávez; los que se guardaron en el lobby del hotel para entrevistar a quienes dieran cuenta de la asfixia chavista, sin animarse a pisar ni de lejos los cerros y los barrios populares; los que de vuelta sufrieron un largo 55 por ciento en contra para recién entonces preguntarse en qué se equivocaron o qué no quisieron ver... todos ellos terminan siendo víctimas de sí mismos, de su falta de honestidad ideológica, de su careta de imparciales. Si hay algo que en la actualidad tiene a su favor la izquierda, el pensamiento progresista, o como quiera llamársele, es la falta de categoría de la derecha. Son tan burdos, tan pagados de sí mismos no se entiende a base de qué, tan explícitamente elementales, que debe celebrárselo. Si fueran más inteligentes tendrían algún grado de autocrítica bien vestido. Reconocerían que hay vida más allá de mentar clientelismo, negrura ignorante, aparatos propagandísticos como si ellos no tuvieran a disposición los más potentes. No quieren, y no quieren porque no saben ni quieren saber. Asumir que están equivocándose sería sinónimo de enfrentar un conflicto capaz de dejarlos desnudos. Cargarían con la penuria de reconocer que no es la afectación económica a sus privilegios lo que está en juego sino dos aspectos, profundamente complementarios, cuales son sentir que les joden sus símbolos y la repulsión por tener abajo a gente que subió un poquito. Lo primero sencillamente es correcto, pero lo segundo expone con crudeza su ontología de clase. Es decir, el odio por el odio mismo.

Cristina, en su discurso más reciente, recordó una tesis que –apreciada de manera escrupulosa– en realidad la interpela con dureza, a ella misma, acerca de la profundidad de su modelo. Simplemente insistió con que los ricos vienen ganando más plata que nunca, con esta experiencia estatalista que los acaudalados y sus aspirantes tanto denuestan. Por lo tanto, prosiguió en otros términos, la bronca frenética que expresan algunas porciones de la sociedad no se relaciona con sus bolsillos. Se corresponde con el ingrediente cultural de sentirse furiosos porque no hay, no perciben, la certeza de que la negrada no siga teniendo ampliación de derechos. O mero asistencialismo progresivo. Tan inolvidable como el “vengo acá por la inseguridad y otra cosa más que no me acuerdo”, vertido por una caceroluda en la última marcha, vale el “no puede ser que le hayan dado un terreno a mi mucama” (escuchado y registrado en la misma procesión). No estamos diciendo que haya una lógica estrictamente binaria, por la cual sólo desfilan con sus cacerolas gentes con personal doméstico al que adjudican favoritismo de injusticia distributiva. Pero sí que el imaginario del odio y el resentimiento, a grandes rasgos, pasa por ahí aun entre muchos de quienes no son más que un clavo enmohecido.

La gente que representa a esa gente, desde los medios periodísticos y sus coros dirigenciales, fue la que quedó afuera del “todos” tras el resultado de la elección venezolana. Se creyeron o autoimpusieron que el todos consiste en su nosotros. No es que eso sea completamente impropio, porque uno también refiere al “todos” en la primera del plural. Pero: con la salvedad de que no se ignora que enfrente hay algo que merece estar ahí, enfrente. Y a la inversa: los que ahora andan llorando porque Venezuela les dio al revés, con una distancia de más de un millón y medio de votos incuestionados, tras 14 años dirigidos por ese autócrata satánico de Chávez, supusieron o quisieron convencerse de que enfrente no hay otra cosa que algo despreciable.

Así les fue y les sigue yendo. Allá y acá.

Que es lo mismo.

Impecable. que gran periodista Aliverti. Lo parió...
Juan Vaughan
Juan Vaughan

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