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Herencia de Sangre

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Mensaje por CafuJP 07/02/13, 12:46 am

Una
herencia de sangre.





Corría
una mañana de julio de 1989 y nacía Facundo, en una fría brisa. En ese llanto
iniciático que rompía la monotonía del amanecer también las pasiones nacían
junto con la vida.


Unos veintitrés años después ya adulto, joven
pero curtido piensa que ciertas pasiones a veces se comportan como las
enfermedades hereditarias, hay genes que las transmiten. Es la mañana de un día
decisivo en la vida de millones que comparten una pasión, la misma que Facundo
lleva en la sangre y que la heredó de su viejo, que la heredó de su padre (el
abuelo de Facundo). Esa pasión es San Lorenzo, amor azulgrana, amor irracional,
ilógico y a la vez puro, enfermizo. El mismo camino en su sangre, en sus genes,
hizo el peronismo. El rock, su otra gran pasión, es como un secreto de padre e
hijo, un tesoro oculto.


Esa fría
mañana la cabeza da vueltas, los nervios no se aguantan y las películas se van
filmando en la imaginación. Se va desandando todo el recorrido que lleva a esa
tarde en que a todo a nada la vida va a jugar sus cartas.


El
abismo tiene esos raros momentos en que la caída permite pensar. Uno tras otro
los desastres institucionales y deportivos, van haciendo mella en la vida
cotidiana de una persona. Esas cosas lo debilitan, lo pierden, lo desenfocan,
lo enfadan profundamente, pero sobre todo no le permiten disfrutar; se vuelven
una especie kriptonita.


Como
anteriormente dijimos Facundo es peronista y como tal sabe lo que es caerse,
levantarse y seguir peleando, también era ateo (porque Videla usó a su Dios
para matar) y de golpe tuvo un momento de fé.
Ese momento de fé nace una tarde de mayo en que el milagro roza el
césped del Pedro Bidegain. San Lorenzo perdía 2-0 ante Newell´s y el abismo se
sentía cada vez más real, el dolor se corporizaba y las lágrimas llenaban el
cuenco de ojos perdidos en el horizonte de la resignación. Ese día no había
arrancado muy bien, el abuso etílico (quizás producto del temor a que no haya
solución a este dilema deportivo, también personal) lo había tenido a maltraer.
Un hígado que ya no quiere responder, un cuerpo que ya no puede asimilar más
alcohol y unas entrañas que ya no aguantan más. La cosa es que ese día
arrancaba como una pesadilla que parecía nunca terminar. Cada gol que se
gritaba enfrente era una puñalada al corazón. Un cabezazo de Gigliotti ponía las cosas a
tiro cuando el segundo tiempo arrancaba, Facundo ya resignado piensa que nada
va a cambiar “El destino ya está escrito, cuando hacés las cosas mal nunca es
gratuito”, Carlos Bueno convierte tras
un centro de Buffarini el 2-2 y en un grito desaforado al cielo nublado de
mayo, sintió un cosquilleó, un instante en que todo parecía coordinarse, los
planetas alinearse y el cosmos dibujar una mujer desnuda con tal perfección que
la vista de Dios debía de estar extasiada y excitada. Los minutos pasan y esa
condición que puso para empezar a creer en serio, no quería cumplirse. La
condición era el tercer gol, el grito desaforado de empezar a torcer una
agonía. Las llaves de esa creencia en la victoria, que parecía tan lejana 60
minutos antes, son varias. Unas es un 10 en una pierna que parecía volver a esa
adolescencia en que la pelota estaba enamorada de su andar, un tipo que sabemos
que lleva tatuada en el alma la camiseta y lo deja todo; el fútbol (su magia) y
la vida en cada corrida. Otro lleva la 7 y parece tener diez mil pulmones, adoptado como propio pese
a haber nacido en nido ajeno. Pero el que logrará ese milagro de que este ateo
empiece a pensar, y a sostener, que no todo debe ser tan lógico y material,
será un antihéroe nato. El tiempo se termina en el reloj de arena de esta
segunda etapa, una pelota que baja Bueno le queda al 10, al Pipi, que bañado de
azulgrana lleva la pelota, gambetea, se saca hombres encima y mete el centro,
todo parece sacado de una década atrás cuando desairaba defensores contrarios
provocando asombro en cada par de ojos que lo veían. El pipi es ídolo, es
fútbol, es magia y a la vez tiene los huevos grandes como un elefante. Es el
alma, es el motor y es el símbolo. Romagnoli es todos los que están en la
popular alentando y sufriendo, resumido en un solo tipo. El antihéroe, de andar
desgarbado, de correr desordenado es Gigilotti que con la cabeza empuja al gol
y desata el delirio, la locura. Facundo grita mirando al cielo, en un terremoto
de fé, en un tsunami de divinidad y pacta por siempre esa extraña fidelidad con
una energía superior que apareció cuando todo parecía perdido.


Ese
pacto tuvo en esos 90 minutos su cimiento, porque llegó un milagro mayor, una
semana que puso a prueba la fé, cargada de angustia, de llanto de dolor. Porque
en un mes las cosas se pusieron jodidas en serio, la agonía entró en declive
véloz y aquel milagro empezó a parecer la leve mejoría previa a la muerte. La
cosa es que en un partido decisivo frente al equipo que el poder estuvo
bancando todo un año, poniendo plata para beneficiarse y para perjudicar a ese
gigante dormido que es San Lorenzo. Ese equipo minúsculo es clave en las
aspiraciones de gobierno de un liberal disfrazado de peronista que dirige un
municipio de la zona norte del conurbano bonaerense. Entonces el asco de
Facundo se exacerba, no solo se meten con el amor de su vida sino que se está
metiendo un sapo, un traidor, un liberal amigo de la oligarquía que es un
travesti ideológico. Un asqueroso oportunista. Uno de esos tipos que hay
bancarse adentro porque el peronismo es así, como dijo el general “Ni
sectarios, ni excluyentes” y porque el tipo es hábil y ni Néstor lo pudo echar
de una patada, ese Néstor que Facundo
constantemente extraña y que para homenajearlo banca a muerte el proceso
político que Cristina conduce. Ese partido se pierde un poquito en los
escritorios 15 días antes y otro poquito en la cancha por los pies torcidos de
un oxigenado que tiene más de traidor y de cobarde, que de buen defensor y
capitán, esos tipos que en las díficiles se borran. Un tipo que Facundo no
soporta y la clase de tipo que él nunca fue porque siempre sacó pecho en las
jodidas y ante cada caída supo levantarse. Esa semana era insoportable, se
venía un partido clave que había que ganar para tener fé, otro resultado era
casi la condena. Lluvia y un frío que congelaba los huesos, los riñones, los
testículos pero que no llegaba a enfriar la pasión. Facundo de milagro
consiguió la entrada para ir a Avellaneda, la semana había sido jodida en serio
porque el miedo lo teñía todo de negro como las alas de un cuervo. La lluvia
hacia pesado el caminar y cada gota en
el cuerpo era como sumergirse en un río congelado. Por esa fechas Facundo tenía
como ritual ir de visitante solo, porque así era más fácil pensar en otra cosa,
en grupo se hacía imposible no pensar en el descenso porque siempre alguno saca
el tema o pregunta esperanzado “¿Si ganamos salimos de todo?” o resignado “¿Si
perdemos ya nos vamos?”. La cosa es que
esa tarde el antihéroe se perdió un gol imposible y Bianchi Arce de milagro en
la línea salvó las ropas de lo que hubiera sido el desastre. La vuelta se hizo
complicada, Facundo que junto a miles fue con el empeño y las ganas de
contagiar buena onda que caracterizan a los hinchas que aman estos colores, el
carnaval de Boedo, la fiesta azulgrana parecía más un exorcismo y un ritual
para dejar escapar el dolor por lo inevitable. Entonces esa fé se puso en
juego, Facundo salió de la obra en construcción, se tomó el primer colectivo a
capital y vagó sin rumbo horas y horas, sin responder mensajes, sin responder
llamadas. Fueron 5 horas caminando sin rumbo, con la mirada perdida y el alma
destruida, hasta que llegó a casa bañado en lluvia y en lágrimas. En esas
épocas no había tiempo para el apetito sexual, el fantasma gris del descenso
coloreaba todo. Facundo es un tipo que tiene su éxito relativo con las mujeres,
pero en esos días no podía ni siquiera pensar en un encuentro sexual con
alguna, porque no había tiempo para pensar en no sufrir. Con las mujeres uno
tiene que ser un tipo seguro, un tipo divertido, un tipo que las haga reír y
que tenga esa masculinidad innata que las haga sentirse atraídas, pero esos
días no tenía otro tema de conversación, no había seguridad, la masculinidad
pasaba por querer pegarle a todo el que hiciera un chiste alusivo a la
situación del conjunto nacido en Boedo y el humor(¿El humor?) era un anhelo
lejano de días más felices. El hombre tuvo sus amores marcados pero San Lorenzo
era superior a cualquier amor sentido por una mujer, porque el Ciclón lo hacía
sufrir pero eso más lo atraía, más fidelidad juraba, más amor demostraba.


La fé se redujo a pedir un milagro, a rezar
por el mismo. Facundo era un zombie, un tipo que vaga por la vida sin más
ambición que dormir y despertar en un tiempo lejano en que todo eso sea un
recuerdo. El plumaje elegantemente negro del cuervo debía hacerse fuego y el
cuervo transformarse en un Ave Fénix. El gen peronista es el que no lo dejaba
rendirse, el que lo empujaba a la esperanza de un nuevo amanecer, no esta vez de la patria (que le ocupa el 90%
del día, militarla y soñarla) sino de un
amanecer milagrosamente sanlorencista, azulgrana, un milagro para abrazarse con
hermanos de pasión, de colores, esos tipos que comprenden la locura que uno
lleva dentro suyo.


La mañana de ese domingo fue complicada, todo el
tiempo pensaba en algo que parecía
inevitable aunque Facundo guardaba un rinconcito de su corazón para la
esperanza. Ir ese domingo a la cancha era más que una rutina, probablemente esa
tarde viviría uno de los días más tristes de su vida pero la cuestión era
estar, acompañar y demostrarle a todo el mundo el amor a los colores y ser
consecuente con esa herencia (legada desde abuelo a padre y de padre a él) en
la sangre. El 46 rumbo a la cancha era una fiesta, extrañamente todo parecía
más una celebración. Facundo llegó al Bajo Flores, caminó inquieto y empezó a
hacer la fila para entrar en la popular, en eso llega León (un compañero de
aventuras en esta travesía compleja de rozar el abismo) y la charla sobre que
iba a pasar se torna inevitable pero se repetía el “Hay que tener fé, Colón le
va a ganar a Banfield y nosotros le vamos a ganar a los sanjuaninos” , se oían
palabras de tipos grandes “Nunca pensé que iba a vivir de vuelta esto, pensé
que con lo del 81 alcanzaba, pero nos estamos yendo a la B de nuevo”. El aire
se cortaba con un cuchillo pero también la esperanza parecía surgir, al fin y
al cabo el que más iba a sufrir por eso era el hincha, que era el que menos lo
merecía y el que más merecía el milagro. En la eterna fila para entrar a la
popular pasó un vendedor de rosarios y León (otro ateo converso) tuvo la idea
de comprar el rosario y esperar el milagro con un amuleto, Facundo también se
lo colgó y entraron en el estadio esperando que ese acto de fé fuera
determinante en la consecución de lo inesperado.


La espera era eterna y la ansiedad jugaba una mala
pasada.


San Lorenzo sale a la cancha y una lluvia de papelitos
cae, la fiesta se desata y el himno suena mas fuerte que nunca “Te juro que en
los malos momentos siempre te voy a acompañar, dale dale Matador” y ese
juramento era a muerte y por lo tanto irrompible, había que ser valiente y
ponerle el pecho a lo que se viniera. Gigliotti, el que había hecho creer con
el gol sobre el final en el partido contra Newells, erra un gol imposible y
todo parecía hecho para la desolación, llegan novedades desde otros estadio
“Gol de Godoy Cruz”, “Gol de Colón”, pero lo que debía pasar en el césped del
Bidegain no ocurría. Había que ganar, era imperioso y se nos estaba dando lo
que no dependía de nosotros. Una pelota mal jugada desborde de Mas y gol de
Caprari, San Martín ganaba y San Lorenzo definitivamente se iba a la B, Facundo
estaba petrificado (la procesión iba por dentro) y no daba crédito a lo que
pasaba. Atónito ve llorar a un muchacho un escalón debajo suyo y le dice
“Tranquilo que falta” pero eso no se lo creía ni él. Centro, despeje, cabezazo
de Ortigoza y Carlos Bueno salta (con clara falta) le gana la pelota al arquero
y marca el empate. El milagro era posible, la gente empujaba al milagro
cantando y cantando. Romagnoli se cargaba el equipo al hombro con magia y amor
por los colores, Buffarini corría todas como si fuera la última. Eso no
alcanzaba, había que ganar. Facundo cantaba y cantaba, más por ansias que otra
cosa, más por nervios que otra cosa, pero sobre todo por amor a la camiseta.
Así llega el corner y San Lorenzo , que hasta ese momento seguía descendido,
empujaba. El pipi tira el centro y cabecea Kannemann con el casco y todo, la
boca de todos se llenaba de GOL, el alivio entraba en los cuerpos, el alma
volvía y en el caso de Facundo el corazón volvía a latir. Fue como un instante
divino, como una relajación intensa, fue como ese momento orgásmico de un buen
polvo, fue como transpirar, descargar y extasiarse, era un polvazo en la mente
suya. Pero también era descargar la frustración y era comenzar a creer en algo,
en Dios quizás. El grito desaforado, cargado de lágrimas recorrió el país, cada
casa cuerva y retumbó fuerte en todo el Bajo Flores. El corazón de Facundo
volvía a latir, la sangre intensamente llegaba a cada rincón de su cuerpo a la
misma velocidad que el grito se extendía por cada rincón de la popular. El
milagro se daba, San Lorenzo tenía una vida más. El amor vencía al odio, la fé
vencía el deseo de otros, el Ciclón había estado contra las cuerdas pero tenía amor
propio (lo que le faltó a River un año antes) y se levantaba, iba al frente y
buscaba la victoria, el alivio. Romagnoli, el símbolo corría, se la servía a
Carlos Bueno y San Lorenzo liquidaba el partido. 3 a 1, San Lorenzo había
ganado y Colón había hecho lo mismo. La ansiedad se estiraba una semana, el
pueblo sanlorencista estaba eufórico pero todavía faltaba. La caminata con León
post-partido quería, por momentos, desatar la euforia, pero faltaban dos
partidos, 3 días insoportables antes del partido de ida en Córdoba y 7 hasta el
domingo.


Facundo esa semana estaba imbancable, el acto en Racing
por los 10 años del asesinato de dos luchadores populares como Maxi y Darío fue
por un momento un descanso para una cabeza que no paraba de pensar en las 5 de
la tarde del miércoles. Él pensaba, distraía la cabeza, en el proyecto nacional
y popular, pensando política, pensando en todo eso que diariamente piensa un
militante cuando se construye a sí mismo de forma colectiva, cuando se repiensa
y se anima a cuestionarse su práctica para que la organización crezca. Y la
vida transcurría en ese devenir, pensar en la promoción, pensar en la
militancia y hacer lo que se pudiera. Leer, informarse, formarse… Pero el
partido sobrevolaba todo, cambiaba el ánimo y marcaba las horas.


El miércoles empezaba, Facundo sabía que esa mañana iba a
ser insoportable. Las horas no pasaban, el reloj era un gran enemigo y todo
agobiaba. El día estaba horrible, parecía que se iba a caer el cielo abajo. No
se pudo ir hasta Córdoba y eso lo mataba. El partido empezaba, Facundo estaba
parado frente a la tele, con el rosario del domingo en la mano y con una bola
de nervios en el pecho, un corazón que latía acelerado.


Un primer tiempo parejo en que Instituto manejo la pelota
y San Lorenzo se paró de contra. Así tuvo la más clara del primer tiempo.
Terminaba 0 a 0, los nervios se comían vivo a Facundo.


A los 2 minutos del segundo tiempo Salgueiro corre y
logra sacarse el balde de la cabeza, la recibe Carlos Bueno que patea al arco,
el arquero da rebote y Bueno gana la posición… Gol… La boca de Facundo se llena
de Gol, el cuerpo parece aliviar la tensión y entra en un estado de emoción, no
sabe como pero se encuentra saltando al lado de la escalera mirando al tipo que
lo hizo cuervo gritar desaforado de la misma forma y la emoción se vuelve
inocultable. La lluvia lo frena pero se quiere ir corriendo abajo a gritar con
Omar, su abuelo. Quiere darle un abrazo y decirle “gracias” porque él empezó
esta tradición, empezó esta herencia en la sangre, pese a todo el sufrimiento parecía llegar el
alivio definitivo. Pero no baja, la lluvia lo frenó y encima el partido seguía.
Buffarini corre una pelota imposible, gana y consigue un corner. Cabezazo de
Bueno, gol de San Lorenzo, es el 2 a 0 y Facundo lo grita un poco menos, pero
lo grita un montón, quiere gritarle a todos “Chupenme la pija, San Lorenzo es
de primera y de primera no se va” pero se contiene, no por respeto sino porque
todavía falta un rato de este partido y encima quedan 90 minutos en el Bajo Flores
el domingo. El partido finaliza el “VAMOS CARAJO” resuena fuerte en una
habitación en la que dos horas antes el aire era espeso y la arritmia lo hacía
irrespirable.


Lo que pasó en esos días fue más liviano, porque el aire
se respiraba distinto, porque San Lorenzo estaba cerca de salir de la oscuridad
y, por ende, Facundo también estaba cerca de salir del túnel. Todo fue como una
grave enfermedad (sin querer minimizas las graves enfermedades) en la que el
cuadro fue empeorando y de golpe mejoró. Vange, un compañero cuervo y descamisado de Mar del Plata, pidió
asilo y Facundo lo concedió, no se podía negar a ayudar a un compañero de
sufrimiento más. La noche del sábado Facundo intentó salir, aunque la cabeza
todavía no se desentendía del descenso y de que faltaba poco, pero faltaba. El
domingo en la mañana llegó Vange, Facundo le recomendó llegar camuflado porque
era inevitable pasar por Parque Patricios. Ese barrio es en el que tiene la
cancha Huracán (pese a que tuvo varias y por varios varios distintos, más
barrios que títulos y más descenso que ambas cosas sumadas, pero menos de todo
ese junto que de partidos en los que perdió con San Lorenzo) y lo mejor era
evitar quilombos con borrachos, que se sintieran muy poderosos en grupo. Pobres
los quemeros, pensaba Vange, piensan en un descenso de San Lorenzo y lo desean
más fervorosamente que ascender, mientras se pregunta que será eso de ser campeones
morales, cómo se sentirá. Él sabe lo que siente ser campeón completo y sumar un
título más a la vitrina, vió más títulos de San Lorenzo que descensos de
Huracán (todo un logro). Facundo se despertó con un tubazo de Vange, sonaba
Alive de Pearl Jam. Salió y lo fue a buscar, lo llevó a su casa y desayunaron
unos mates. La familia de Facundo lo hizo sentir cómodo al pibe, como se debía
porque era un cuervo y peronista y eso en esa casa era casi sagrado. Entonces
llegamos a la mañana del comienzo del relato. Facu y Vange parten a tomar el
46, rumbo al Bajo Flores, son las 10 de la mañana… Es muy temprano. El colectivo va lleno,
algunos cuervos también van, pero Facundo y Vange hablan de cualquier cosa
porque ya el cuadro no es tan grave (o al menos eso piensan), el tema central
de conversación son las mujeres. Llegan a la cancha, pasan un rato por los
quinchos y se van a hacer la fila, llega León y empiezan a hablar de todo un
poco para distenderse, se escucha el vozarrón de una muchacha de rulos que es
Mariel. La conocen León y Facu de medios virtuales y de marchas a la
legislatura. “El 2g no me anda” y empiezan los chistes de dos incluídos tecnológicamente
hablando,” hagamos una vaquita para comprarle una G a Mariel que le hace falta,
no le alcanzo para una G más”, boludeces bastante raras de parte de dos
militantes peronistas. Contradicciones, claro está, que algún Trosko resaltaría
mientras saca su BlackLenin y postea lo ocurrido en Prolebook (la red social de
los proletarios que no saben lo que es trabajar). Pero dejemos al 2% en paz,
que estarán planeando la revolución intergaláctica en sus trincheras obreras de
la Facultad de filosofía y letras.


Los 3 entraban en el Estadio, los 3 se habían deteriorado
físicamente en ese año por tanto sufrimiento. Partidos perdidos como con All
Boys en el Bajo, con Unión sobre el final en Santa Fé, partidos que dolieron
como balazos en el pecho. Los tipos se habían avejentado, eso era notorio.
Comienza la fiesta “Dale, dale, dale San Lorenzooooo”, la gloriosa rompe la
monotonía y convierte un día gris en un día colorido “Te juro que en los malos
momentos, siempre te voy a acompañar”. Era emoción pura lo que se transmitía
porque se vivía con mucho descargo todo lo que se había contenido en un año
entero de sufrir derrotas, de no dormir, de ser objeto de burlas entre los
amigos (incluso de los caraduras de River que estaba jugando en la B), de no
comer, o de comer atolondrado por la ansiedad y un largo etcétera de
cosas. “Eterno es este sentimiento”
coreaba la popular y era algo cierto, San Lorenzo es un sentimiento eterno que
no lo apaga nada, ni las malas y ni siquiera la muerte. Empieza el partido, un
primer tiempo aburridísimo en el que no pasó absolutamente nada en el campo de
juego, lo importante pasaba en la tribuna con un Facundo eufórico y feliz (como
todos los cuervos) porque el sufrimiento terminaba. Pero esto es San Lorenzo y
si no se sufre, no se puede, no vale y no se disfruta, ejemplos tenemos miles:
el 4 a 3 sobre la hora a la empresa de Avellaneda después de ir perdiendo 3 a 0,
eliminar a River de la Libertadores con 2 jugadores menos revirtiendo un 2 a 0
en condición de visitantes y siguen las firmas. Por esa lógica de nacer para
sufrir y sufrir para disfrutar San Lorenzo pierde el balón y llega el gol de
Instituto. Facundo se empezó a sentir
mal, el corazón latía raro, el cuerpo parecía no responder y todo parecía pesar
el doble, incluso el propio cuerpo. Dejó de cantar y no se podía sostener en pie,
sentía que se moría ¡Había dejado de cantar! Algo inadmisible para él. El
sufrimiento del año acumulado parecía pasar factura con una inminente pérdida
del conocimiento. Las naúseas empezaron, todo alrededor dolía. Cada segundo era
una daga clavada en el pecho. Corrida de contraataque, Kalisnki queda de cara
al gol ¡Penal para San Lorenzo! Facundo volvía a la vida, empezaba a sentirse
bien y a recobrar el color, después de haber estado pálido. Ortigoza la toma.
Facundo con el rosario en la mano reza. El gordo toma carrera. Facundo se muere
de nervios. El cinco llega a la pelota y abre el pie. Facundo abre los ojos
desesperado. La pelota cruza la línea y besa la red. La locura contenida se
desata en Facundo, León, Vange y en todos los que en la cancha se abrazan con
desconocidos, lloran, agradecen al cielo. Facundo no es la excepción, grita
hasta quedarse sin voz mirando el cielo nublado de ese 1ero de Julio, piensa
justó en eso que dice León llorando “Se
terminó esta mierda, se terminó”, se abraza a Vange. “San Lorenzo es de primera
de primera no se va”, “Somos los matadores todos juntos podemos, nosotros
alentamos, ustedes pongan huevos”, suenan y suenan en una tribuna que salvó a
su equipo, que lo hizo reaccionar cuando el destino estaba escrito y cuando las
hienas se preparaban para el festín de ver caer a un gigante.


Facundo poco a poco iba rejuveneciendo minuto a minuto en
que el alivio se hacía real, ya creía en algo superior.


Fue como una pelea de box de esas que tienen un amplio
dominador, en este caso el miedo al descenso, que golpea y se luce, pone contra
las cuerdas al rival, lo tira un par de veces, lo tiene grogui y no lo puede
rematar. El boxeador que está sufriendo es San Lorenzo y su pueblo, pero el
amor propio configura una epopeya y en los últimos 2 rounds el que pierde
claramente por puntos, empieza a pegar producto del amor propio. Ese amor
propio son los hinchas, que lo empujan a ir al frente pase lo que pase, a matar
o morir, a caer (si eso debe pasar) en la suya muriendo con las botas puestas y
el pecho afrontando todo. San Lorenzo mete en el final de la pelea la mano
salvadora, le rompe el equilibrio al descenso y lo tira, este cae noqueado. El
descenso cae como una bolsa de papas, no se levanta. El golpe lo pegamos todos
juntos. El amor propio venció al odio. El amor venció al odio. San Lorenzo le
ganó a todos, gracias a su gente.


Ahora sí Facundo grita: “Chupenme la pija, San Lorenzo es
de primera, de primera no se va”.


“Que nos chupen bien las pelotas River y Boca”.
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Herencia de Sangre Empty Re: Herencia de Sangre

Mensaje por CRIMSON CASLA 07/02/13, 01:27 am

“En el fútbol no se elige un ganador. Ser de San Lorenzo es un interminable sobresalto, una carga que se arrastra en la vida con tanto desconcierto y orgullo como la de ser argentino” Osvaldo Soriano
Gracias por ser cuervo y argentino, Facu.[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
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Herencia de Sangre Empty Re: Herencia de Sangre

Mensaje por Ituza 10/02/13, 02:39 am

Me temo que me va a gustar leer esto, pero hoy no. Estoy muy cansado.
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Mensaje por Juan Vaughan 10/02/13, 11:24 am

Muy bueno cumpa.
Te felicito Facu
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Herencia de Sangre Empty Re: Herencia de Sangre

Mensaje por CafuJP 13/02/13, 09:05 pm

Gracias por tomarse el rato de leerlo y revivir anecdoticamente aquella pesadilla.
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Herencia de Sangre Empty Re: Herencia de Sangre

Mensaje por CafuJP 04/03/13, 12:53 am

Esto es como un final un tiempo después de esta misma historia, o un capítulo aparte de la misma.

Y después de la partida de su abuelo un día Facundo volvió a la cancha
(no pudo ir antes, había que estar con Omar porque lo necesitaba).
Llegó con alegría de volver, con nostalgia de momentos mejores de su
vida y de la de San Lorenzo y llegó con cierta emoción inocultable de
llevar orgulloso los colores que su abuelo había elegido hace muchos
años. Rebotes y más rebotes, San Lorenzo arremetía y Stracqualursi patea
esquinado y es gol ¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL! Facundo grita emocionado
alza la vista al cielo y cree escuchar a Omar gritando también un "Gool,
carajo" cortito. Se emociona se le nubla la vista y rompe en llanto, de
alguna forma Omar está ahí en ese grito aunque no este más fisicamente.
Se lleva en la sangre (la sangre que comparten Facundo y Omar, como familia) el amor por la azulgrana.
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